Serie "2014" de José María Casas
Pilar Altilio
I
El arte contemporáneo puede ser lo que el artista decida. Esta afirmación que encontramos extendida tanto en los ámbitos académicos como de promoción de la escena contemporánea, nos permite reflexionar sobre el relativo valor de la novedad como signo importante para caracterizar lo que vemos, sobre todo en la producción de artistas menores de 40 años.
Llevamos varios calendarios escuchando sobre ciertas letanías de finales, como la del dibujo o la pintura, para comprobar que son prácticas atávicas, disponibles al uso humano como una cualidad intrínseca y expresiva que sigue teniendo valor para hacer arte.
Dicho esto con claridad, frente a la obra de José María Casas, hay una serie interesante de tópicos que discernir, no ya explicando su forma de producir, sino observando la manera en que sostiene una obra que intenta abrir otras derivas.
Una de las dimensiones que propongo -pues constato quenunca fue tenida muy en cuenta-, es la de pensar la manera en que se inscribe eltiempo en la obra reciente. En la forma en que se inserta esta dimensión como actor y actante laborioso dentro de las dimensiones del plano que lo contiene. La otra es precisamente atender la evolución del soporte, que aparece como otro sujeto que viene cambiando, tanto en su forma como en su capacidad de sostén dentro de la producción de José María. Hablaremos de las dos con la intención manifiesta de que “todo en esta obra está afuera, en los discursos que fabrica”,como sostiene Graciela Speranza.
II
Manejar la sustancia color sobre un plano, sin ninguna meta previa, dejando que los propios fluidos coloridos vayan acomodándose encapas que despliegan sus propias cualidades transformadoras. Hacer visible un proceso que pierde la secuencia de los pasos pero que evidencia el transcurso del tiempo en las modificaciones químicas que la materia color provee. Como proyecto parece simple, sin embargo este trascurso temporal de ejecución permite apreciar paisajes hipnóticos de múltiples texturas, radiantes y opacas, circuitos de la mirada sobre una superficie que parece apreciarse mejor en la distancia. Cuando estamos muy cerca de la obra, hay una tentación casi táctil de relevo, que se vuelve muy obsesivo en las cualidades de esa fluidez material que va armando sus propios recorridos.
El tiempo no es lineal, como una simple flecha hacia adelante. Por el contrario, hace dobleces y pliegues en su sustancia en la serie de Casas que ahora propone. Como el propio fluir de los líquidos coloridos podemos llegar a discernir algunas particularidades.
En principio, podemos reconocer en la vigorosa actividad propia de todo acto creador, en coincidencia con la teoría del físico Ilya Prigogine, aquella en donde se enuncia que el orden surge del caos. Sucesión dinámica que hace visible la capacidad cambiante de la realidad bajo la fuerza sorprendente de la dimensión creadora. Al menos en el nivel del microcosmos, este universo parece verificar millones de procesos de los que no somos conscientes. El video que presenta el avance del color sobre el soporte y sus resultados parciales es tal vez una buena forma de apreciar este ejemplo.
[[Para mas info ver - https://www.behance.net/gallery/4871379/30109]]
Este interesante raconto forma parte de una videoinstalación que ya fuera presentada en dos ocasiones de maneras diferentes,en un caso siguiendo otra temporalidad, la de la música contemporánea ejecutada en vivo.
Por otro lado, la dimensión del tiempo es también la de las series, dispositivo con el que José María incluye obras en varios períodos. Dípticos, trípticos o constelaciones no regulares de piezas que incluso se enfrentan en el ángulo de la pared o cubren la superficie de un cubo. Podemos deducir que son señalamientos de una topología propia de una secuencia temporal del orden de las sucesiones, que arman esa misma fusión entre tiempo y espacio que enunciaba Einstein en su teoría más difundida.
III
Tiempo y espacio que se combinan distinto mientras el soporte va cambiando. En aquellas primeras obras, Casas se proponía interrogar en la producción el concepto de paisaje. Es decir un desdoblamiento entre tierra y cielo, un recorte de algo visible. Luego exploró las dimensiones del blanco absoluto, neutro completo para contener toda la revolución de movimientos secuenciados aleatoriamente, por la propia capacidad de un líquido de recorrer una superficie. Ese blanco, sustancia pasible de ser llenada de elementos, fue interesante porque era ese punto departida apreciado como sustrato vital, pasando de pasivo a interactuar con los colores, consiguiendo apenas dejarlo en el plano del soporte.
Luego sucede el cambio de inserción, la mudanza de contexto. José María se muda a Buenos Aires y el soporte cambia, reclamando ya otro significado, otro punto de vista. Entremedio, aparece como una irrupción o un cruce de sentidos, un mapa encontrado en la calle, -descartado por ser seguramente anacrónico-. En ese mapa de los años 70, el piso-soporte de la obra ha cambiado. Registra el otro suelo que pisa, que habita, donde también crea y abre un espacio, mitad universo privado, mitad público y compartido.
Se acerca al fenólico, un material muy usado en la industria naviera por sus cualidades de estabilidad hecha mediante capas que arman una trama sólida. Le interesa profundizar en la capacidad no sólo más absorvente de este soporte, sino en la posibilidad de trabajarlo mediante alteraciones en su superficie, yendo hacia la profundidad cercana al centímetro que posee.
También el contraste entre figura-fondo se abre a nuevos rumbos, no explorados antes. El neutro del blanco queda descartado y la superficie adquiere un valor tonal diferente. El peso también cambia, pues el soporte tiene una estabilidad especial propia que lo lleva a definir otras resoluciones de los bordes o la forma de colgarlo en la pared.
Los pasos que implican el desarrollo continúan haciendo lo suyo como agentes químicos que desencadenan grietas, rupturas, rechazos e integraciones hasta que el trabajo sobre el plano deja de ser activo y se sustancia en su propio espacio de obra. Hasta que José María se desplaza en un espacio donde los resultados más claros ya aparecen y el trabajo de colorear lo deja satisfecho.
IV
Las premisas básicas no han cambiado en lo esencial, pero hay posibilidad de verificar esas dos derivas que han modificado tiempo y espacio como corolario de su propio desplazamiento espacial-temporal. El paso siguiente, si es que podemos predecirlo, tal vez sea aligerar el soporte permitiendo que el color se trasluzca en capas. Extremando la predicción, tal vez habiendo ya tomado posesión de su propio suelo, forje una desmaterialización donde el color se vuelva protagonista absoluto, materia activa que juega con el espacio.
En todo caso, la posibilidad de continuidad que este joven artista tiene, luego de esta primera década de trayectoria, está garantizada. Habrá seguramente una continuidad de exploraciones vitalistas que se enfoquen en los dispositivos de exhibición que indague. Aunando su propia capacidad de trabajo con su actividad en la gestión cultural independiente, actividades que no divergen sino que van en la misma dirección de descubrir y explorar caminos, integrando comunidades y redes de artistas.
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