La olla que se destapo en Madrid hace unos meses, Argentina hace varios años, y que ahora encarna con fuerza en más de 50 ciudades de Estados Unidos –con epicentro en Wall Street de la mano de #OccupyWallStreet– parece comenzar a tener incidencia y eco en otras áreas de nuestra sociedad donde no nos interrogábamos respecto a ciertas prácticas naturalizadas. En este caso le toco el turno al circuito del arte de la mano de #OccupyMuseums, y es de esperar que puedan surgir otros Occupy apuntando a la Salud, la Seguridad, la Educación, y otros ámbitos donde las criticas existentes nunca habían logrado salir del circuito de entendidos y bajar a la calle.
Los primeros interrogantes que surgieron en el público al leer sobre OcuppyMuseums fueron respecto al precio de las entradas y el acceso del público a los museos. Con excepción de los artistas, y los informados sobre el mundo del arte, nadie se interrogo respecto a cómo se llega a mostrar en las instituciones lo que se muestra. Esto es, sin lugar a dudas, un primer indicador de cuan mitificadas están estas instituciones ya que a la hora de cuestionarlas el público se pregunta por su acceso como espectador, y no sobre cómo se generan los contenidos culturales que estas ofrecen. Se torna así necesario deconstruir y desnaturalizar dichas operatorias para que los nuevos interrogantes y cuestionamientos puedan tener lugar.
Pero que es “Ocupa los Museos” ? Y porque consideramos que aporta un nuevo enfoque a la critica que ya ciertos artistas hacían al circuito cerrado del arte institucionalizado ? Intentaremos explicarlo en lenguaje liso y llano, para que así todos puedan acceder a información en lo que respecta a algunas de las instituciones que mas a salvo han estado de las críticas políticas de los ciudadanos. Para ello explicaremos también el funcionamiento actual del mundo del arte, las criticas ya existentes, y luego ahondaremos en las particularidades que agrega el nuevo enfoque dado por el movimiento OccuppyMuseums.
El mundo del arte y su funcionamiento. Críticas e implicancias políticas.
En la actualidad el mundo del arte, al menos en su forma occidental y mainstream de entenderlo, cuenta con dos grandes circuitos: el comercial y el institucional. El circuito comercial está conformado por las galerías y las casas de subastas; es lo que habitualmente conocemos como el mercado del arte. El foco esta puesto por un lado en aquello que sea vendible al público y a los coleccionistas, y por otro en aquellas obras con las cuales sea factible dar lugar a especulaciones financieras y de inversión. Los compradores van así desde el ciudadano común que desea decorar el living de su casa, hasta los grandes fondos buitres que realizan operatorias para inflar precios y ganar dinero rápidamente jugando a la bolsa con el mercado del arte.
Por otro lado está el circuito institucional. Conformado por Museos, Fundaciones, Programas de Becas, y diversas Instituciones, apunta a alentar aquel tipo de obras de arte que por sus particularidades no resultan vendibles a primera hora, y cuyos costos de realización son tan altos que los artistas no podrían llevar a cabo por sus propios medios. Se forma así un circuito en el cual lo importante sería la obra, y lo que esta aporta al arte en sí, y no su valor comercial.
Estos dos circuitos no operan por separado, sino que se interrelacionan, el éxito en el circuito institucional garantiza el acceso a las mejores galerías y carga a las obras con un valor simbólico o un “background” que luego utilizaran los gurúes del mercado para justificar sus operaciones de mercado e inversiones.
Dijimos mejores galerías, esto es porque las galerías se clasifican en dos tipos. Una franja de galerías más o menos accesibles a cualquier artista, y una franja de galerías de alto nivel de acceso limitado tanto para los artistas como para el público. Las primeras no suelen trabajar bien para el artista, no invierten en su carrera, no se esfuerzan mucho por cuidar la obra para que no sufra daños. Tampoco se esfuerzan mucho por vender, sino que por el contrario su fuente principal de ingresos suele ser cobrarle a los artistas por exponer o por llevarlos a ferias de arte. Aquí el negocio es jugar con las ansias que tiene el artista de insertarse y lograr llegar.
Del otro lado tenemos a las galerías de alta gama que suelen costear todos los gastos de exposición y difusión, invierten en la carrera del artista y lo cuidan, se esfuerzan por vender, y hasta podríamos decir que trabajan para ganarse una parte de ese % leonino que se le quita al artista. Sin embargo no cualquier artista puede acceder a estas galerías, no importa la calidad de la obra ni el talento, sino el aval institucional con el que cuenta el artista. La justificación? “ninguna galería seria invertiría su tiempo y dinero en un artista que no ha sido reconocido por las más importantes instituciones artísticas”. Esto obviamente tiene sus escalas: local, nacional, regional, mundial. Comienza así el juego de interrelación entre ambos circuitos, donde la inserción institucional se transforma en el “pase mágico” que garantiza el acceso a las galerías de elite sin importar mucho lo que uno esté haciendo.
Hasta ahora tenemos la operatoria tal cual es, la “normalidad” de lo que ocurre. Los artistas y entendidos han hecho cientos de críticas a este sistema por su elitismo, falta de trasparencia, las distorsiones que introduce, la conformación de un círculo cerrado de pocos artistas, el tráfico de influencias y amiguismos al que da lugar, y el snobismo que lo rodea, entre otros. Podemos ejemplificar con una situación típica algunas de estas distorsiones: un artista puede presentarse durante años a concursos sin éxito alguno por más buena que sea su obra, si de repente decide hacer clínica de obra con los artistas institucionalizados del momento, y luego se presenta a concursos donde estos son jurado, comenzara a quedar seleccionado. Habrá pagado así el “derecho de piso” para comenzar a entrar al sistema. Otra tiene que ver con la validación de “cualquier cosa” una vez logrado el “pase mágico”: cualquier obra que salga de dicho artista será automáticamente validada y justificada por el sistema sin importar su calidad, así una obra que quizás no marca el punto más alto de la carrera de dicho artista, y que podría haber quedado como un error o un mal momento, vale igual, cotiza igual, y es ponderada. Mientas tanto un artista con mejor obra espera afuera. - - [[El blog "observatorio contemporáneo" ofrece a modo de parodia y denuncia una guía rápida para transformarse en un artista "estrella" que ilustra claramente esto que describimos http://observatoriocontemporaneo.blogspot.com/]] – -
Como se verá, lo anterior, dista mucho de esa concepcion “ideal” de que el circuito institucional encarna y patrocina “lo mejor del arte”. Por el contrario, y más allá de sus “buenas intenciones”, da lugar a una camarilla de expertos y relaciones de poder que terminan en un sistema piramidal de corte aristocrático y casi-feudal donde lo que vale es el nombre y no el trabajo. Nada más lejano a una sociedad democrática que valore el esfuerzo personal y la calidad del trabajo artístico. Hasta ahí la crítica de los artistas y los expertos. Pero claro.. estas críticas no han salido a la calle, implican conocimientos abstractos que no suelen interesar al público en general. Y a la hora de quejarse o intentar incluirlos en una agenda política uno choca o con el desinterés, o con talibanes de las izquierdas tradicionales y sus planteos respecto a la existencia de temas más urgentes como la guerra o el hambre en el mundo, y es automáticamente ninguneado y rotulado con adjetivos peyorativos que prefiero ahorrarles. Considero que esto es un error, es la reproducción en el campo del arte de las mismas diferencias y desigualdades que el sistema introduce en todos los ámbitos de nuestra sociedad, y es por ello que la “batacu”, la batalla cultural, debe ser dada sin lugar a dudas.
Estos reclamos han quedado siempre por fuera de la agenda política, evitándose la formación de una verdadera militancia cultural, lo cual a la hora de ocupar lugares de poder hace que la gestión cultural se derive inexorablemente a los “expertos”, los cuales son parte del sistema aquí cuestionado y tienen una postura política clara al igual que la tenían en los 90 los supuestos “expertos” en economía que se nos intento vender –en la Argentina– como objetivos y asépticos. Pensar en la existencia de cuadros técnicos, de una postura objetiva poseedora de una asepsia política, es renunciar a dar batalla, retirarse de dicho campo, y dejar todo como esta. No hay nada más conservador que, y es claro que lo que ser conservador es toda una postura política. Digámoslo de una vez: la asepsia política no existe, y quien la sostiene defiende la renuncia a la lucha por los derechos.
El aporte de #OccupyMuseums. Descubriendo los hilos detrás de la escena.
Ahora veamos que aporta el movimiento Occupy Museums. La crítica no apunta a ese sistema cerrado, sino a la influencia del capital sobre lo que se expone, se institucionaliza, y se ofrece como mirada oficial del mundo del arte. Entramos ahí en otro aspecto. Como bien dijimos esa mirada oficial ya era criticada por los artistas, también la operatoria por la que se llega a ella. Pero en lo que no se hacia hincapié es en como la corrupción del poder financiero penetraba en dichas instituciones, y las usaba a gusto y piaccere para hacer sus negociados. Expliquémoslo entonces…
La estructura cerrada que describimos le viene de pelos al especulador financiero y los grupos de poder. Se trata de un sistema de institucionalización avalado por expertos, de acceso limitado, y que opera con “derecho de piso” y “pase mágico”. Que mas fácil de cooptar y apropiar que algo así? El sistema está en bandeja para quien tenga el dinero suficiente. Los especuladores del mercado del arte, entonces, solo tienen que mover los resortes necesarios para lograr institucionalizar la obra que les interese, subir su cotización, y hacer sus negocios. Personas dispuestas a trabajar por dinero las hubo, las hay, y las habrá siempre. El problema es que estas instituciones son de todos. Un museo público pertenece a los ciudadanos, y debería actuar en su interés. Un museo o institución privada debería responder a los principios para la cual sus socios fundadores la crearon. Entonces –y acá viene la apuesta fuerte de Occupy Museums– está bien que estas instituciones operen como base de negocios para el 1% más poderoso de la población? en lugar de responder al 99%?
Ilustremos este tipo de operaciones con un ejemplo hipotético local. Pensemos en una institución como el MALBA, una de las más importantes en lo que refiere al arte latino americano. Supongamos que su fundador, Constantini, decide comprar un paquete de 50 obras de un artista ya fallecido que tiene cierto recorrido y nombre pero que cuyo valor aun no ha estallado. Con la obra en mano, y decidido a especular, encarga un buen libro catalogo a algunos críticos de renombre, monta una exposición retrospectiva en el 2no piso del museo, se dicta en la misma institución un ciclo de seminarios sobre la importancia de la obra del artista para el “movimiento X”, y se invierte lo necesario en difusión y prensa. Qué pasa con dicho artista y su obra? queda posicionado, validado por una institución de renombre, y el precio de sus obras se dispara. Aumenta también el interés de instituciones y coleccionistas dedicados al arte latino americano en poseer dicha obra. Solo restaría entonces aprovechar la situación, vender las obras, y reservarse para la colección del museo 2 o 3 de las mejores. Negocio redondo, fácil y factible. Situaciones como esta ocurren a diario, y en todo el mundo.
Se forma entonces un relato del arte, una historia del arte, en la cual lo validado por su valor artístico se entre mezcla con lo validado por otros intereses al punto de no poder distinguirse realmente que proviene de un origen, y que de otro. Claramente los precios exorbitantes del arte siempre llamaron a sospecha, pero la gente suele pensarlos en función a los grandes clásicos ya muertos. Esto que describimos nos habla del aquí y ahora, de cómo se afecta y corrompe el trabajo y el esfuerzo de nuestros artistas día tras día. De como muchos de ellos quedan marginados, mientras otros son convertidos en estrellas por una lógica perversa que no terminan de comprender, y con el riesgo de poder ser borrados de un plumazo ante el menor capricho del mercado.
Entonces que deben hacer los artistas de ese 99% silencioso con estas instituciones corruptas? No es casualidad que los nombres de las grandes colecciones, y de los grandes patrocinantes de “este” arte, sean los mismos que los de las grandes marcas que están siendo escrachadas en Wall Street. Cuando el nombre no es el de una marca, es el apellido de sus directivos. Estas personas, ese 1%, utilizan día a día las instituciones culturales de todos los países del mundo para validad y posicionar sus INVERSIONES y su PATRIMONIO artístico con un solo fin: ganar dinero. Esas instituciones son de todos, las costeamos todos, y la ganancia es solo de ellos. Financiamos con nuestros impuestos la ganancia ajena. Trabajamos entonces, una vez más, gratis en función de negocios ajenos. Es hora de comenzar a verlo.
Texto por Jose Maria Casas para para Partido Pirata Argentina.
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