Ocultar la propia miseria espiritual exacerbando la del prójimo, evitar el espectáculo de la propia, dramatizando la del mundo --Bossuet, predicador emblemático--, son otros tantos subterfugios que hay que denunciar. El creyente, vaya y pase; el que se erige en su pastor, ya es demasiado. Mientras la religión sea un asunto privado, se trata, después de todo, solo de neurosis, psicosis u otros asuntos personales. Se tienen las perversiones que se tienen, en tanto no pongan en peligro la vida de los demás...
Mi ateísmo se enciende cuando la creencia privada se convierte en un asunto publico y cuando, en nombre de una patología mental personal, se organiza el mundo también para el prójimo. Porque de la angustia personal al manejo del cuerpo y alma del otro, hay un mundo en el que bullen, emboscados, los aprovechadores de esa miseria espiritual y mental. El hecho de desviar la pulsion de muerte que los martiriza hacia la totalidad del mundo no salva al atormentado ni modifica su miseria, sino que contamina el universo. Al querer evitar la negatividad, este la esparce a su alrededor, y ademas produce una epidemia mental.
Moisés, Pablo de Tarso, Constantino, Mahoma, en nombre de Yahve, Jesus y Ala, sus ficciones útiles, se apresuran a manejar las fuerzas tenebrosas que los invaden, inquietan, y atormentan. Al proyectar sus perfidias sobre el mundo, lo oscurecen aun mas y no se libran de ningún dolor. El imperio patológico de la pulsion de muerte no se cura con un esparcimiento caótico y mágico, sino con el trabajo filosófico sobre si mismo. La instrospeccion bien llevada logra alejar los sueños y delirios que nutren a los dioses. El ateísmo no es una terapia, sino salud mental recuperada."
Extraido de Michel Onfray, Tratado de Ateologia, Pags 28 y 29, Ed. de la Flor.
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